Estudios sobre: lengua, literatura y tradiciones culturales...

lunes, 7 de julio de 2008

LOS ESPEJISMOS DEL LENGUAJE

Antes de profundizar o levitar sobre el tema de hoy, nos gustaría dejar claro algunas cosas. No escribimos para modelar el discurso de la gente, así como tampoco para representar a los “puristas” de la lengua; solo tratamos de compartir nuestras ideas acerca del habla cotidiana con los lectores amigos. La originalidad, la verdad o la perfección sobre el uso del lenguaje están indefectiblemente en otra parte. Vayamos al punto. Muchas son las ocasiones en que algunos términos lingüísticos, por su semejanza, nos han hecho una mala pasada. Los empleamos equivocadamente, ya que guarden entre sí, un alto grado de similitud; tergiversando de esa manera, el sentido final del discurso. Cualquiera puede decir: imputar por amputar, absceso en lugar de acceso, trivial por tribal, frialdad por fealdad, adoptar por adaptar, horno en vez de olmo, cuota por cota, inerte por inerme, continencia en lugar de contingencia, endeble por indeleble, perífrasis por paráfrasis, cópula por cúpula, absorber por absolver, etcétera. En el último ejemplo, no se confunda su uso con los fenómenos de lambdacismo (pronunciar absolver cuando debió usarse absorber) o rotacismo (hablar de absorber, cuando el contexto lingüístico demanda absolver). Este parentesco lexical viene dado, lógicamente, en las dos formas básicas de la realidad comunicacional, ya sea en su propiedad escritural o en su particularidad fónica. Sin embargo, suele pasar con mucha frecuencia en el acto conversacional y es poco común en la escritura; dado el carácter cuidado de la última. A veces reconocemos la falla, pero en otros casos, queda allí la huella indisoluble de nuestro desliz o inexactitud. Las palabras paronímicas tienen una analogía fónica o grafemática, no guardan relación fenoménica con los términos homógrafos o con los vocablos homófonos. Los primeros se diferencian semánticamente, aunque su escritura sea idéntica. Es el caso de “haya” (árbol) y de “haya”, en su condición de forma verbal de haber. Véase igualmente la palabra “haz” fungiendo como imperativo singular de “hacer” (haz que vuelva) y “haz” como sustantivo (un haz de luz). En cuanto a la homofonía tenemos que esta realidad es diferente, pues son vocablos que se oyen igual, pero tienen significados distintos. Solo aprecien estos ejemplos: tuvo (verbo), tubo (pieza cilíndrica); barón (título nobiliario) y varón (niño); obsérvese que en las partidas de nacimiento se dice: niño varón. Aunque no se justifique, en este tipo de documento jurídico, se escribe igualmente niña hembra, dándole a esta construcción sintáctica un rasgo pleonástico. Las voces paronímicas no son neologismos, sino que éstas forman parte del lexicón de un idioma. Se deduce entonces, que la paranomasia es una trama lúdica donde sus componentes lingüísticos están debidamente registrados en la lengua. Estimados lectores, expongo estas cosas sobre el habla cotidiana, pues observamos que cuando a alguien se le va una liebre en los escarpados escenarios sociolectales, es objeto de ataques feroces y desmedidos. Recuerdan aquello de adquerir por adquirir. Recientemente un político venezolano le pidió peras a un horno o aquél que le dijo a la audiencia: soy un hombre inicuo, creyendo que se estaba calificando de inocuo, es decir, de humilde, inofensivo; cuando realmente había expresado que lo animaba la crueldad. Nunca olvidemos que en nuestra sociedad los “errores” en el manejo del idioma son muy costosos. Se dice que en el siglo pasado, por la década de los cuarenta, un venezolano perdió la oportunidad de ser Presidente del país, al escribir en un papelito que estaba muy “entuciasmado” con su candidatura. Cuando hablamos o escribimos exponemos nuestra competencia lingüística y comunicativa al descubierto, ya que la equivocación siempre acecha en cada enunciado. Solo debemos tener la lucidez para subsanar el entuerto y seguir, a no ser que usted, por miedo, haya decidido guardar silencio para siempre. Es cierto que en ese estado, jamás se equivocará, pero de igual manera, nunca tendrá nuevamente el placer de oír los espejismos del lenguaje. DUGLAS MORENO

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